4 de diciembre: El Adviento y la Luz

En este tiempo de espera, el Adviento, la Palabra de Dios nos da una visión de esperanza. Los poderosos que confían en su propio poder político y en sus alianzas se derrumbarán y serán aplastados, pero los pobres, sordos, ciegos, o sea, los que todavía creen en la presencia y en la acción de Dios en el mundo, verán la salvación. Así lo prometen los profetas en nombre de Dios.

Adviento es también el tiempo de cuantos ansiamos que las cosas cambien y sobre todo, es el tiempo de los pequeños, de los que ya ahora se sitúan del lado de la concordia, del diálogo, de la mirada limpia, del gesto fraterno.

Y, sin embargo, la realidad se empeña tozudamente en recordarnos que las cosas no cambian tanto como querríamos. Ni siquiera nosotros mejoramos tanto como nos gustaría. Somos “ciegos” a los que Jesús toca en medio del camino y nos pregunta: ¿creen que puedo hacerlo? La respuesta está en cada uno. La ceguera también. Quizá la clave sea no olvidar que también en nosotros está la luz y la salvación, al menos en germen. Porque nos habita el Señor, la defensa de nuestra vida.

Que Dios abra nuestros ojos para que podamos mirar nos con ojos de fe a nosotros mismos y a este nuestro mundo. Entonces esperamos que pocos espacios quedarán oscuros en nuestra vida. Que Dios toque los ojos de nuestros corazones y nos bendiga.

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