30 de julio: El Día del Señor

Este es el mensaje de la parábolas de la Misa de hoy (Mateo 13, 44-52): vender todo para poder comprar lo único importante. Con sencillos ejemplos, se nos indica que el Reino de los Cielos es el mismo Cristo, el único y verdadero tesoro. Las parábolas nos dicen que hay que renunciar a lo que hasta este momento considerábamos lo mejor para elegir lo que realmente es mejor, lo más importante, que es el mismo Cristo, el tesoro por el que vale la pena todo tipo de sacrificios o de renuncias, por ejemplo, al dinero, al poder, a la fama, a la droga, y al prestigio. Es decir, deshacernos de todo lo que nos impide que Cristo sea realmente nuestra riqueza, pues el verdadero tesoro nuestro no son las cosas sino Dios, porque como dice Santa Teresa de Ávila: “Quien a Dios tiene nada le falta.”  

Quien se encuentra con Jesucristo y con aquellos con los que se identifica se siente libre de todo a lo que anteriormente estaba sometido y experimenta una gran alegría al encontrar lo perdido o descubrir lo que no se esperaba, pues llega a descubrir que ya no existe nada mejor en la vida. Solo así, desde quien ha encontrado a Cristo como la gran riqueza, el gran valor, se puede entender la vida de tantas entregas generosas hacia los más necesitados o de tantos mártires a lo largo de la historia de la Iglesia o la conocida vida de la M. Teresa de Calcuta (Santa Teresa de Calcuta) o su respuesta ante la pregunta de un periodista: “¿Por qué hace esto, yo no lo haría ni por un millón de dólares?” Y la respuesta de la M. Teresa: “Ni yo… Lo hago por Jesús.”

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