20 de diciembre: “Hágase en Mí.”

Todo el Adviento es “tiempo para prepararnos” por la Encarnación de Dios, el nacimiento del Hijo de Dios, y (un día) su venida en gloria.

La Encarnación de Cristo fue el comienzo de una subversión total de valores: pone todo patas arriba. Por ejemplo: la salvación viene y se ofrece a los pobres y humildes; se expresa a sí misma en obediencia y humilde servicio; el poder y la majestad de Dios se muestran en su sencillo acercamiento al pueblo; Dios se nos hace cercano en la gente, incluso la muerte se convierte en camino hacia la vida.

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Para reflejar: Mira la respuesta de la Virgen María (Lucas 2, 26-38): “Hágase en mí.” Al principio, ella se preocupó por el saludo. Luego se cuestionó sinceramente la viabilidad de la propuesta. Pero al final, sólo tiene palabras de rendición: “Que se haga.” Afirma que no comprende del todo el proyecto, pero sabe que la agencia del proyecto está con Dios, en quien confía totalmente, con su cuerpo, mente, y alma. Esta voluntad de “hacerse” para ella es el mejor ejemplo del vaciamiento de la propia voluntad para que Dios pueda obrar en ella.

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Oremos. “Padre, te damos gracias hoy por escoger a María como la Virgen Madre de Jesús, tu Hijo. Su fe y servicio entusiasta abrieron el camino hacia tu mundo nuevo. Disponnos a buscar sinceramente tu voluntad y a cooperar en tus planes, para que nosotros también, como ella, ofrezcamos al mundo su Salvador, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.”

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