20 de abril: El Día del Señor

Hay dos experiencias básicas, fundamentales, y profundas que todo cristiano debe tener en su vida, si quiere considerarse tal. La primera es sentir a Cristo vivo, Resucitado de entre los muertos. La segunda es sentirse hijo/hija de Dios y, como tal, llamado a compartir con Cristo esa nueva vida.

Esto se puede explicar, se puede enseñar en catequesis, se puede repetir una y mil veces en las homilías, se puede saber de memoria, y repetir cada mañana al levantar y cada noche al acostarnos. Pero lo importante, lo vital, y lo decisivo no es que se sepa, sino que se experimente, que se sienta, y que se viva.

Somos hijos e hijas de Dios, aunque ahora no se note del todo. Y eso debe abrir nuestro corazón a la esperanza. Estamos a tiempo, es viable, podemos hacerlo, y podemos sentirnos hijos e hijas y, por lo tanto, hermanos y hermanas de los demás. La Resurrección de Jesús nos enseña que podemos cambiar la sociedad y el mundo, podemos hacer realidad el Reino de Dios entre nosotros.

Cuando pensamos que la vida católica, vivir como creyentes verdaderos, es difícil, debemos al mismo instante recordar que Jesús, verdadero Dios, es el Buen Pastor, que entrega su vida por nosotros dándonos la vida de la gracia. Y Él nos llama hoy, a cada uno de los Bautizados, a entregar nuestra vida a los demás por amor a Él.

Que la celebración de la Eucaristía del domingo nos anime a compartir nuestras vidas, como Dios la comparte. Digamos de todo corazón “gracias” al Señor porque Él está con nosotros, como Pastor que conoce, ama, guía, y da vida.

 

 

footer-logo
Translate »