20-21 de agosto: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Jesús mantiene su decisión de ir a Jerusalén, como hemos oído repetidamente, y nos dice el Evangelio que, al pasar por pueblos y ciudades, aprovechaba para “enseñar.” (Lucas 13, 22-30) En este contexto, uno de los oyentes le pregunta: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” En realidad, la pregunta es más como “¿Yo me voy a salvar?” Es la pregunta que también se hicieron muchos de los primeros cristianos y que seguimos haciéndonos casi todos los creyentes. Jesús no responde a la pregunta en el Evangelio, ni tampoco si se salvará el hombre que le dió la pregunta, sino sobre cómo se consigue la salvación – esforzándonos y entrando por la puerta estrecha.

¿Estrecha? Recordemos que el Evangelio nunca ofrece recetas fáciles. Jesús va camino de Jerusalén en donde morirá crucificado, y a quien quiera seguirle, le dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su Cruz cada día y me siga.” Dios quiere la salvación de todos y a todos muestra su misericordia, pero a todos nos exige una respuesta coherente con su plan de salvación.

El Señor acoge a todos los que le buscan, e incluso se desvía del camino para buscar a los extraviados. Pero, al mismo tiempo, Jesús nos dice que la puerta es, otra vez, estrecha. Además, Jesús dice de sí mismo que Él es la verja y la puerta. Por eso, tenemos que hacer un esfuerzo serio para llegar a ser como Jesús y para amar y servir a Dios y al pueblo con Él, y para vivir según el espíritu del Evangelio.

Oremos. “Padre, no permitas que excluyamos a nadie, o que despreciemos ni siquiera al más pobre y pequeño de nuestros hermanos, cercanos o lejanos. Que ojalá llegue el día en que todos, de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, vengamos gozosos a tomar nuestro asiento en el banquete y en la fiesta de Jesús, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.”

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