2 de agosto: Danos el Espíritu de Discernimiento

El constante movimiento pendular de la historia humana alterna grandeza y villanía, luz y tinieblas, unidad y división, paz y guerra. Los tambores que actualmente suenan se acercan más bien a los aspectos sombríos y tristes. Después de lo aprendido en “la cruz” de las grandes guerras del siglo pasado, vivimos varias décadas de bonanza que llegan a su fin por un hastío moral y un abandono espiritual que conduce a la humanidad a un callejón sin salida.

A lo largo de todo el desarrollo de la historia salvífica, que se desarrolla dentro de la historia humana, junto a la villanía, la tiniebla, la división, y la guerra, aparece de modo continuo una estela de santidad. En todas las épocas y momentos, hasta en las imposiciones más oscuras de ideologías exterminadoras, hemos conocido la luz de los santos, la belleza de la vida divina que llena nuestro mundo y nuestra experiencia.

Activemos nuestro corazón para buscar en los mandamientos no nuestro propio capricho y nuestra voluntad egoísta, sino la auténtica voluntad de Dios y su santidad. Que el Espíritu de Dios nos dé a nosotros esta sabia actitud interior.

Oremos. “Oh Dios, danos el Espíritu de discernimiento, para que nosotros compartamos una actitud de apertura a tu voluntad y a las necesidades de los hermanos y hermanas. Ojalá cumplamos así más que la ley y te sirvamos como tus hijos e hijas libres, en quienes puedas reconocer a Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro por los siglos de los siglos. Amén.”

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