El domingo, como cualquier domingo, vamos a irnos a Misa. Quizá con más o menos ganas. Como cada domingo, vamos a escuchar la lectura de la Escritura. Quizá con más o menos atención. Vamos a renovar los signos que Jesucristo nos dejó como memorial de su entrega. Y bastantes (ojalá fueran cada vez más) participaremos en su alimento de vida. En resumen: nosotros venimos con más o menos ganas, hacemos mejor o peor ciertos actos. Pero nos es esto lo más importante de nuestra reunión. ¡No celebramos nuestras ganas o nuestros actos!
Lo más importante en la Misa no somos nosotros – sino la presencia activa de Dios entre nosotros. Es esta presencia la que celebramos. De ahí que iniciemos nuestra reunión con aquellas palabras que a menudo repetimos: “El Señor esté con ustedes.” Como expresión de nuestra fe: “El Señor ESTÁ con nosotros.” Nosotros podemos venir más o menos animados y podemos celebrar mejor o peor; pero el Señor no falta nunca a la cita, Él está siempre presente y activo en nuestra reunión. Nosotros somos siempre – más o menos – pecadores, débiles, y necesitados. Pero Dios es siempre – del todo – nuestro Salvador.
En la Misa del tercer domingo de Cuaresma, Jesús nos va a invitar (Lucas 13, 1-9) a liberarnos del mal que hay en nosotros, para abrirnos a la vida de Dios – del Dios que nos espera en el camino cotidiano de cada uno. Si participamos en la Eucaristía es para dar futo. Fruto según la palabra de Jesús: fruto de amor, de lucha por la justicia, de fe en la verdad, y de aprender a vivir como hijos e hijas del Padre que es Bueno.
Oremos. “O Dios, paciente y bondadoso, nosotros muchas veces estamos muy poco dispuestos y somos muy lentos para hacer el cambio de corazón que necesitamos. Concédenos tiempo para comprender la amplitud de tu misericordia y tu amor, que tu Hijo Jesucristo nos mostró en toda su plenitud en su pasión y su muerte. Reconoce a tu propio Hijo en nosotros y acógenos aun contando con nuestra pobreza. Transfórmanos para que proclamemos tu persistente amor por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”
