A pesar de su aparente inocencia, la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) encierra una carga explosiva. Sorprendentemente, el “tercer siervo” es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su único error consiste en “no hacer nada” – no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.
El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al Reino de Dios.
¿Qué es el principal quehacer de la Iglesia hoy? No puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios sin precedentes. Las actitudes que hemos de cuidar hoy en la Iglesia no se llaman “prudencia,” “fidelidad al pasado,” y “resignación.” Llevan más bien otro nombre: “búsqueda creativa,” “audacia,” “capacidad de riesgo,” y “escucha fiel al Espíritu Santo” que todo lo hace nuevo.
Según el Papa Francisco: “Nuestra vida, con todo lo que somos y tenemos, no es de nuestra propiedad, ya que es como un fondo de inversión recibido de Dios. Es un préstamo suyo, no para guardarlo seguro en un “agujero en la tierra,” sino para hacerlo producir del mejor modo posible, cada uno según su habilidad. Que Dios omnipotente nos dé fuerza y valor para servir con todo nuestro ser a Él y a los hermanos y hermanas.”