Celebramos hoy el domingo cuarto de Adviento, y nuestra celebración debe ser una espera tranquila, sincera, e ilusionada del Señor. Abrámonos a su constante venida; y que esté muy presente en nuestra celebración, aquella joven María que, porque creyó totalmente en la Palabra de Dios, fue Madre del Señor.
El Señor está cerca, está a la puerta. En estos últimos días del Adviento, volvemos nuestra mirada hacia la Virgen, que espera inminente el nacimiento de Jesús, la mujer creyente y sencilla, que confía en el Señor y que es para nosotros modelo de fe. Debemos pedir que Dios nos dé un corazón creyente y sencillo, donde Él pueda manifestarse – donde Él pueda nacer.
Oremos. “Padre, danos el don de que tu Hijo renazca en nosotros como la fuente de nuestra vida y de nuestra esperanza. Que Él nos alce de nuestra tristeza y desaliento y nos traiga su luz. Que venga Él a todas las naciones, a cada hogar, y a cada corazón, para que juntos con Él te demos gloria y alabanza a ti, nuestro Dios, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.”
