16 de diciembre: Una Semana con La Virgen Maria (III)

Jesús nos dijo desde la Cruz: “Ahí tienes a tu madre.” Nuestra relación con María es fundamental. Y no puede quedarse solo en el plano sentimental. Todos necesitamos tener una comprensión madura de quién es la Bienaventurada Virgen María y cuál es su lugar en nuestra vida espiritual. El amor que nos tiene María es un amor tierno, el amor de una madre. Pero como cualquier buena madre, ella también es fuerte y está dispuesta a sacrificarse y a sufrir para proteger a sus hijos y para ayudarlos a crecer. Los Evangelios nos muestran cómo aquella primera noche de Navidad ella da a luz a su Hijo en medio de la incertidumbre y de la pobreza. Poco después, la vemos protegiendo a su hijo, cuando tienen que huir de la persecución y refugiarse en Egipto. Y cuando su Hijo muere en la Cruz, la vemos a su lado, participando silenciosamente de su sufrimiento.

Nuestra Santísima Madre está en el corazón del Adviento. Su figura siempre aparece tempranamente dentro de esta temporada santa, mientras celebramos la Venida y el Nacimiento de su Hijo. Nuestra liturgia de Adviento va siguiendo el camino del designio divino para la historia de la salvación.

Con María nos ponemos en camino de esperanza. Con María miramos a Jesús, Luz del mundo. Con María unimos nuestras manos a las de todos los hombres y mujeres que hacen posible una nueva Navidad en el mundo. “Mujer pobre, llena de gracia, ruega por nosotros. Esposa de José el carpintero, ruega por nosotros. Discípula abierta a la Palabra, ruega por nosotros. Servidora del Reino, ruega por nosotros. Comunicadora de gozo y de vida, ruega por nosotros. Madre de todos los seres humanos, ruega por nosotros.”

 

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