16 de abril: El Día del Señor

Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” (Salmo 117) Así canta la Iglesia en la Octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo Resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: “Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.” (Juan 20, 19-31)

Jesús muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su Corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. Cristo Resucitado está realmente presente entre nosotros (de manera especial en la Misa pero también en la vida diaria), y nuestra vida de comunidad es signo de esa presencia. Es Él mismo quien confía a los discípulos la misma misión que recibió del Padre, misión que debemos continuar nosotros.

Que se alegre nuestro corazón, que nuestra fe se fortalezca, y nuestro amor aumente. Y que resuene en toda nuestra comunidad la acción de gracias al Padre, porque ha obrado tan grande maravilla.

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“La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la misericordia, que siempre tiene paciencia. Dios nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. ¡No nos cansemos nunca! Él es el Padre amoroso que siempre perdona, que tiene misericordia con todos nosotros.” Papa Francisco

Para leer más: https://es.catholic.net/op/articulos/18181/domingo-de-la-divina-misericordia.html#modal

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