15-16 de mayo: La Ascensión del Señor (Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical)

Como todas las despedidas, también aquí (en la Ascensión del Señor) hay una sombra de “tristeza” en el que se va, y en los que se quedan. El Señor se aleja físicamente de sus queridos discípulos, y ellos se quedan sin Él. Siempre se acaba queriendo a aquellos con quienes compartimos  la intimidad y la vida, tantos buenos como malos momentos. Toda despedida, toda “partida” siempre supone un “partirse,” porque nos dejamos un trozo de nosotros, algo (o alguien) que quisiéramos llevarnos y no puede ser. Esto mismo le ocurre a Jesús. El corazón se le parte un poco, y así se lo confiesa a sus amigos: “Me voy, pero vuelvo, no tardaré mucho. Me voy, pero es para prepararles un sitio en la casa de mi Padre. Me voy, pero volverán a verme. Me voy, pero les enviaré al Espíritu Defensor, Consolador, Espíritu de la Verdad, el mismo Amor. Me voy, pero el Padre seguirá cuidando de ustedes, como lo hizo conmigo, para que ninguno se pierda.” 

Por eso, mientras andemos por aquí abajo, y siguiendo el ejemplo del Señor, necesitaremos con frecuencia dirigirnos al Padre Nuestro que está en el cielo. Para que nuestra esperanza y nuestros proyectos no se queden alicortos, para que veamos siempre más allá de la cruda realidad, para que soñemos el sueño de Jesús, para que no nos importe bajar y rebajarnos cuando sea necesario, o incluso cuando nos “bajen” por la fuerza. Porque “el de arriba” ya tirará de nosotros cuando andemos hundidos. Lo dice con bellas palabras la segunda lectura de hoy: “Que el Padre de la gloria les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo. Que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos y cuán extraordinaria es la grandeza de su poder para con nosotros.” De este modo, podremos tomar el relevo al Señor Jesús, poniendo todo lo que somos y podemos al servicio de lo único importante: el Reino y la justicia. El Espíritu será nuestra fuerza interior y nos ayudará a discernir los caminos para llevar adelante la tarea.

Oremos. “Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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