Cada 13 de junio la Iglesia celebra la fiesta de uno de los santos más queridos y venerados en el mundo: San Antonio de Padua. La devoción y el afecto de tantos a lo largo de los siglos lo han convertido, en cierto sentido, en “omnipresente,” ya que su nombre suele aparecer allí donde hay una iglesia, una parroquia, una escuela. Los fieles, que lo consideran “muy milagroso,” piden su intercesión en las más diversas ocasiones: siempre que un objeto valioso se ha extraviado, cuando se busca pareja para casarse o, más recientemente, si alguien padece de enfermedad celíaca.
Los Evangelios y las vidas (ejemplos) de los santos siempre nos invitan responder a la gran gracia de la bienaventuranza de haber conocido a Jesús y creído en Él con un modo de vida acorde con el Evangelio, para que todos vean nuestras buenas obras y den gloria, no a nosotros, sino a nuestro Padre que está en el cielo. Dios nos ha dado un “sí” incondicional, al que no podemos responder más que con un “¡Amén!” que abarca toda nuestra existencia.
Jesús siempre dijo “sí” a su Padre, en cuyo nombre vino a salvarnos, incluso con el precio de la Cruz. ¿Decimos nosotros “sí” a nuestra fe, a nuestras convicciones, a nuestra misión en la vida? Que Dios nos dé la fortaleza y gracia para actuar así y nos bendiga bondadosamente.
La historia de San Antonio: https://www.es.catholic.net/op/articulos/31797/antonio-de-padua-santo.html#modal
