El Evangelio de San Juan (capitulo 13) nos dice que Jesús “se turbó” al anunciar la traición de Judas. También nos dice que en Getsemaní Jesus llegó a “sentir una tristeza de muerte.” Y en la Cruz, Jesus mismo dijo, “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Realmente, el Señor asumió nuestra humanidad hasta las últimas consecuencias. Jesús sintió profundamente, como nosotros, la traición de su amigo Judas, que había sido elegido entre muchos discípulos para formar parte del grupo de los “suyos.” Judas convivió con Jesús durante tres años, le acompañó a todas partes, y presenció los milagros. Vivió una verdadera experiencia de amistad con Jesús. Y por eso “profundamente emocionado, Jesús dijo: uno de ustedes me va a traicionar.” Realmente es muy doloroso vivir con alguien que ha sido tu amigo te traiciona y te vende. Es una experiencia muy triste y decepcionante.
Jesús conoce la posibilidad de nuestra “traición,” de nuestra falta de mantener la palabra, de esas sutiles afirmaciones que hieren el corazón de la persona. Y a pesar de todo, para Jesús, el traidor sigue siendo el amigo al que brinda el último gesto de predilección – darle el trozo de pan untado – porque el amor no retira lo que ha dado, no reniega de lo que es. Prefiere consumirse en el dolor y la muerte.
En cada uno de nosotros que llevamos dentro las tinieblas de Judas, Jesús no cesa de ofrecerse a sí mismo porque nos ama hasta el extremo y su amor es fiel siempre y está por encima de cualquier traición o infidelidad. Aunque le neguemos, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. En la Pasión y la Muerte Jesús considera que es “la hora de la Glorificación” – es decir, la hora de la máxima humillación es la hora en la que brilla más el amor solidario y salvador del Hijo de Dios entregado por nosotros.
Oremos. “Padre, haznos como tu Hijo Jesús, “personas-para-los-demás,” que aceptemos dificultades, incluso incomprensiones y traiciones de nuestros mejores amigos, y que las transformemos en fuentes de vida y alegría para todos los que nos rodean. Guárdanos siempre fieles a ti y los unos a los otros, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.”
