12-13 de febrero: Preparándonos Para Celebrar la Misa Dominical

El Papa Francisco, en su catequesis sobre el Padrenuestro, comentaba:

Hay una ausencia impresionante en el texto del Padrenuestro. Si yo os preguntara cuál es esa ausencia, ¿qué falta? Una palabra. Una palabra por la que en nuestro tiempo (quizás siempre ha sido así) todos sienten una gran estima. Cuál es esa palabra que falta en el Padre nuestro que rezamos todos los días? Falta la palabra “yo.” Nunca se dice “Yo.”

Jesús nos enseña a rezar teniendo en nuestros labios primero el “Tú,” porque la oración cristiana es diálogo: “santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad.” No mi nombre, mi reino, ni mi voluntad. “Yo” no, no va. Y luego pasa al “nosotros.”

Toda la segunda parte del Padrenuestro se declina en la primera persona plural: “Danos nuestro pan de cada día, perdónanos nuestras deudas, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.” Incluso las peticiones humanas más básicas, como la de tener comida para satisfacer el hambre, son todas en plural. En la oración cristiana, nadie pide el pan para sí mismo: dame el pan de cada día, no, danos, lo suplica para todos, para todos los pobres del mundo.”

Para rezar el Padrenuestro de corazón hace falta vivir el espíritu de las Bienaventuranzas (Lucas 6). Reducir los “yo” y multiplicar los “nosotros.”

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A los torpes y desdichados, a los que sufren y son perseguidos, el Señor les asegura: “¡Considérense felices y dichosos, porque yo estoy con ustedes! Nunca les abandonaré. Les voy a cargar sobre mis hombros, porque ustedes son conscientes de su pobreza y confían en mí.”

Oremos. “Padre, que tu Hijo nos dé valor para poner toda nuestra confianza y esperanza en Él, para que obtengamos con Él tu felicidad, que permanece para siempre, por los siglos de los siglos. Amén.”

 

 

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