Hoy celebramos la Fiesta de San Martín de Tours. Durante más de 15 siglos ha sido recordado por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto.”
Después de sus sueños, se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: “Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión.” El general quiso darle varios premios pero él le dijo: “Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales.”
Como sacerdote y, después, obispo de Tours, San Martín siempre predicó de que “el Reino de Dios está entre nosotros.” Está aquí, realmente, si hemos aceptado a Cristo y le hemos dejado que ilumine nuestras vidas – como lo hizo San Martín. Cristo está también en realidades que no son directamente mensurables: justicia, perdón, paz, y bondad. Que Dios todopoderoso nos ayude a construir su Reino sobre esas bases, con Cristo, y nos bendiga para esta misión.
Oremos. “San Martín, bendito obispo de Tours, que tus virtudes y caridad nos acompañen siempre, nosotros no dejaremos de rezar y agradecer al Altísimo los favores concedidos, y seremos caritativos con todos nuestros hermanos y necesitados. Intercede por nosotros, y líbranos y protégenos de todo mal. Por Cristo Jesús. Amén.”
Extra: El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir “medio manto” se dice “capilla,” la gente decía: “Vamos a orar donde está la capilla.” Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.