10 de julio: Sin Medida, Sin Condiciones

Dios nos ha hecho para vivir. Él quiere que vivamos a tope, con plenitud. Por eso envió a su Hijo Jesús a darnos su vida, a reconciliarnos, a curarnos espiritualmente, y a fortalecernos con su gracia, especialmente en “la comida y la bebida de vida eterna” – la Eucaristía.

Como vemos repetidamente en los Evangelios, Jesús tenía (¡tiene!) un corazón grande. Está para servir, para ayudar, para curar, y para escuchar. No dedica unas horas al prójimo y el resto busca tiempo para sí. No tiene una agenda propia. No tiene horarios ni citas. No tiene más que una misión: estar cerca de los que sufren por cualquier causa, para atenderles, escucharlos, y estar con ellos. Así es como da testimonio del amor de Dios, del amor con el que su Padre nos ama a todos.

Y el Señor nos invita a seguir por sus pasos: ofreciendo todo para demás, todo por ellos, sin medida, sin condiciones. Así es el amor de Dios con cada uno de nosotros. ¿Cómo estamos nosotros … en nuestro seguimiento?

Oremos. “Padre, ayúdanos a comprender y a practicar plenamente lo que significa ser discípulo de Jesús. Que sepamos encontrar en Él calma y serenidad y aprender a llevar la paz a otros, la paz hecha de amor y bondad. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

footer-logo
Translate »