10 de enero: No Descuidemos La Oración: Nos Abre El Cielo

El Evangelio de la liturgia de ayer, la Fiesta del Bautismo del Señor (Lucas 3, 15-22) nos mostró  la escena con la que comenzó la vida pública de Jesús: Él, que es el Hijo de Dios y el Mesías, va a la orilla del río Jordán y es bautizado por Juan el Bautista.

Después de 30 años de vida oculta, Jesús no se presenta con algún milagro o tomando la silla para enseñar. Se alinea con las personas que iban a recibir el Bautismo de San Juan el Bautista en un punto importante – en el momento en que Jesús recibe el Bautismo, el texto dice que “estaba en oración.” Nos hace bien contemplar esto: Jesús reza. ¿Pero cómo? ¿Él, que es el Señor, el Hijo de Dios, ora como nosotros? Sí, Jesús – repiten muchas veces los Evangelios – pasa mucho tiempo en oración: al comienzo de cada día, muchas veces por la noche, y especialmente antes de tomar decisiones importantes.

La oración de Jesus es siempre un diálogo, una relación con el Padre. Así, en el Evangelio de ayer podemos ver los ‘dos movimientos’ de la vida de Jesús: por un lado desciende hacia nosotros, a las aguas del Jordán; por otro lado, eleva la mirada y el corazón mientras reza al Padre.

Todo esto es una gran lección para nosotros: todos estamos inmersos en los problemas de la vida y en muchas situaciones intrincadas, llamados a enfrentar momentos difíciles y elecciones que nos derriban. Pero, si no queremos ser aplastados, tenemos que levantar todo. Y esto es precisamente lo que hace la oración.

La oración no es un escape, la oración no es un rito mágico, ni una repetición de cánticos aprendidos de memoria. No. Orar es la manera de dejar que Dios actúe en nosotros, de captar lo que quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles. La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. Sí, la oración es la llave que abre nuestro corazón al Señor. Es dialogar con Dios, es escuchar su Palabra, es adorar: estar en silencio confiándole lo que vivimos. No descuidemos la oración – nos abre el cielo.

Oremos. “Padre, renuévanos y llámanos a dejar nuestras certezas y apegos mundanos. Envíanos a caminar hacia adelante sin temores por la ruta de la justicia y de  la paz, para que seamos  también tus hijas e hijos queridos juntamente con tu Hijo siempre fiel, Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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