1 de marzo: Misericordia y Compasión

La Cuaresma nos está recordando que Jesús es sobre todo misericordia y compasión para todos y más para quien sabe reconocer con humildad sus deficiencias y pecados. Jesús nos amó hasta el extremo de dar su vida por todos. Con sus palabras y obras, Él nos ha mostrado las entrañas de misericordia del Padre y lo ha hecho de muchas formas: perdonando, curando, y dando esperanza a todo aquel que se encontraba con Él.

Nosotros también experimentamos esta misericordia cada día pues no nos juzga, no nos condena, nos absuelve, y nos da amor sin pedirnos nada a cambio. Nosotros estamos llamados e invitados, especialmente durante los “Cuarenta Días,” a dejarnos configurar por la misericordia de Jesús, a vivirla con serenidad interior, a ser en el mundo espejo y sacramento de ese don divino. Estamos llamados a vivir su misma vida como Él la vivió: desde la entrega sin límites, el perdón gratuito y desinteresado, la mirada cordial y limpia, y el no juzgar y condenar a nadie.

Al mismo tiempo, recordemos que Jesús nos pide coherencia: no pidamos a Jesús que sea misericordioso con nosotros si nosotros no estamos dispuestos a hacer lo mismo con los demás. Solo podremos ser misericordiosos como Jesús si mantenemos una relación viva con Él, si permitimos que nos inserte en su amor para que este rebose hacia los hermanos. De esta forma seremos capaces de tener con los demás la medida que nos gustaría que ellos tuvieran con nosotros.

El Papa Francisco: “Amar a nuestros enemigos, a quienes nos persiguen y nos hacen sufrir, es difícil, ni siquiera es un ‘buen negocio,’ o al menos no lo es seguir la lógica del mundo. Sin embargo, es el camino que recorrió Jesús hasta conquistarnos la gracia que nos hace ricos.”

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