Pascua: La Temporada

La tumba sellada no pudo retener a Jesús: sus discípulos encontraron la piedra apartada en la mañana de Pascua. Y puesto que Jesús murió y resucitó, ninguna tumba podrá jamás retener nuestros cuerpos. Esta es la gloriosa promesa de la Resurrección. Y Dios no retira su promesa, incluso cuando la sombra de la muerte parece cernirse sobre el mundo, incluso cuando la Pascua viene durante una epidemia.

Es emocionante leer los escritos de los primeros discípulos sobre la resurrección de los muertos. San Pablo, por ejemplo, dijo que la trompeta del ángel resonará, que los muertos en Cristo resucitarán primero y que luego, los que aún estén con vida serán arrebatados junto con ellos por los aires. “De ese modo, permaneceremos con el Señor,” escribió él. “Por tanto, consuélense unos a otros con estas palabras.”

El coronavirus nos ha obligado a todos a enfrentar la realidad de que la vida humana es frágil, precaria y preciosa. Por supuesto, es cierto que muchas personas mueren todos los días por diferentes causas. Pero este virus hace que la muerte se vuelva personal. Nos recuerda que la enfermedad y la muerte pueden llegar, para cualquiera de nosotros, en cualquier momento. Esto nos obliga a pensar acerca de lo que realmente importa, de lo que hace que la vida realmente valga la pena ser vivida.

La Pascua testifica que el amor de Dios es más fuerte que la muerte. La muerte ha sido vencida. En cierto modo, después de eso no debería haber nada más que decir.

Por la vida, muerte y resurrección de Cristo, nuestros pecados son perdonados, somos devueltos a la unión con nuestro Padre celestial y el Espíritu Santo llena nuestros corazones con la certeza de que somos hijos de Dios. Y el destino de nuestra vida terrenal es ahora la vida eterna en el cielo. ¡Feliz Pascua!

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