We live in a world of change, sometimes rapid and bewildering change. We see changes in society, changes in the Church, and miracles and menaces of digital wizardry! Many people find such change disconcerting and unsettling. Therefore, most of us long for some kind of anchor, especially a spiritual anchor. We want some solid truths that can be trusted because we find change easier to manage if at least some things remain the same.
Throughout the Gospels, Jesus tells us to expect change, and not just gradual change, as in the seasons of the year. He also tells us to expect change on a cosmic scale, huge and significant change. He talks of heaven and earth passing away, the most radical change of all (Luke 21, 29-33, for example).
Meanwhile, Jesus also promises that something will never change: “My words will never pass away.” Throughout all of life, the Word of the Lord remains a constant, because God is faithful. So, in the midst of all that is changing, the Lord abides. When all else is whirling, our connection with God, our trust in Him, keeps us steady, anchored, and on course to meet Him face to face.
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La vida está en continuo movimiento, todo está cambiando, nada es estático – si no, sería terriblemente tedioso estar en este mundo. Nos acostumbramos fácilmente a la comodidad, pero cuando más seguros nos sentimos de que nada cambiará, repentinamente y sin ningún aviso se presenta una dificultad que nos mueve todos los esquemas que creíamos estables.
Nadie puede decir que no ha sufrido cambios, a veces cambios radicales, en su vida. Así ha sido siempre. Y los cambios y las contrariedades de la vida son inevitables. Por eso, es imprescindible que aprendamos a sobrevivir a ellos y asimilarlos pronto, sacando lo mejor de esa vivencia y asumirla como un valioso aprendizaje. La verdad es que la vida continúa y es imperativo seguir adelante, aunque no se tenga idea de cómo hacerlo. Simplemente, estamos atravesando un cambio y hay que intentar verle el lado positivo – porque todo está en las manos de Dios. Él nos invita diariamente a aprender a ver con ojos de fe todo lo que Él nos permite vivir, porque tenemos la capacidad de razonar y entender que los acontecimientos, buenos y malos, tienen un propósito.