El Papa Francisco

 

Por primera vez en la historia de la Iglesia católica, el Papa Francisco ofreció hoy (el viernes) la oración conocida como “Urbi et Orbi,” a las 6 de la tarde, hora de Roma, en una solitaria y lluviosa Basílica de San Pedro para unir al mundo en oración, en medio de la pandemia de coronavirus que azota al mundo. Esta bendición se imparte únicamente el Domingo de Pascua y el Día de la Natividad, el 25 de diciembre. Sin embargo, el pontífice lo hizo como una oración extraordinaria ante una plaza completamente vacía, en la que caminó en solitario para dirigirse al altar con ayuda de su secretario privado.

Leyó un pasaje del evangelio según San Marcos, que hace referencia a una tempestad que amenazó con hundir la barca en la que Jesús iba con sus discípulos. El papa Francisco dijo que “nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del Evangelio nos sorprendió una tormenta. En esta barca estamos todos, como esos discípulos que hablan con una única voz, y con angustia dicen ‘estamos perdidos.’ La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas.”

También se refirió a la situación que aqueja a todos los pueblos del mundo: “Desde hace unas semanas parece que todo se ha oscurecido Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido.” Hizo referencia a plazas, calles, y ciudades y dijo que tinieblas “se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas,” agregó.

El Papa también invitó a “animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente,” que se ha abandonado por “nuestro afán de omnipotencia y posesión” y animarse a crear espacios “donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.” Dijo que es el momento para elegir entre lo que vale la pena y lo que no, y de “restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás.”

Enfatizó en la labor de “personas comunes” que “están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia,” como médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, “y tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo.”

Incluso, pidió oración y compasión: “Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos, y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Pero tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repite de nuevo: ‘No tengan miedo’ y nosotros junto a San Pedro volcamos en ti todo nuestro agobio porque sabemos que tú nos cuidas. Amén.”

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