9 de marzo: El Becerro de Oro

La Cuaresma nos recuerda que los que ponen su fe en sí mismos y en los medios o recursos materiales que poseen no están abiertos a Dios o al reino de Dios. Se erigen a sí mismos como sus propios dioses y adoran lo que han hecho con su trabajo, con sus negocios. Las Escrituras nos dicen que adoran “el becerro de oro.” Fallan miserablemente al no ver o ser sensibles ante las necesidades de los otros, especialmente de los pobres. Hay que aclarar que los que poseen más no son condenados precisamente porque tengan más que los demás, sino porque no ven las necesidades de los que tienen menos o no tienen nada, y porque no están dispuestos a ayudar y compartir.

La Cuaresma también nos recuerda que tenemos que aprender a percibir las necesidades prácticas y “no expresadas” de los pobres, especialmente de los humildes, de los débiles, y de los que no se atreven a “verbalizar” su pobreza, su angustia, y su aflicción.

Lo que todos grandemente necesitamos son ojos para ver las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, y oídos para escuchar su estruendoso clamor que reclama justicia, misericordia, y una participación equitativa de los bienes de la tierra, tanto materiales como espirituales. Que el Dios de bondad sea bueno, nos dé un corazón grande y compasivo, y lleve a cabo todo ese bello sueño en nosotros.

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