7 de septiembre: Atentos a la Acción de Dios

Dios es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos e hijas. Aprender a orar es aprender a estar atentos a la acción de Dios. Así como los deportistas se preparan y entrenan para conseguir mejores resultados, el alma tiene capacidades espirituales que pueden estar dormidas por falta de preparación y entrenamiento. Si nosotros aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras inquietudes, encontraremos la paz espiritual, y nuestro corazón se encontrará lleno de energía para dar amor a los demás.

Con la oración ocurre lo que con la levadura que fermenta la masa o con una antorcha que alumbra una habitación. Así es la oración: ilumina y fermenta toda nuestra vida y nos hace crecer en nuestro interior. Dios se convierte en un Alguien en nuestras vidas y no es sólo una “idea” sin vida. El diálogo continuo con Dios se vuelve parte de nuestra vida cotidiana.

Oremos. “O Dios, en tu Hijo Jesucristo, se encuentra la plenitud de lo que tú eres – divinidad, y que nosotros solamente podemos conjeturar y tartamudear con nuestros inadecuados pensamientos y términos humanos. Arráiganos y edifícanos en Cristo Jesús, líbranos de todas formas de alienación, y danos la gracia de participar (especialmente por la oración) en su nueva humanidad, para que vivamos la vida del mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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