6 de junio: Fiesta de Corpus Christi (Extra)

El sentido profundo de las palabras y gestos de Jesús en la Última Cena (Marcos 14,12-26) es la entrega de Jesús, al tiempo que invita, tanto a los discípulos como a nosotros, a aprender de Él y a darnos a todos sin miedo y sin medida. Existe un gran contraste entre el gesto de Jesús y las actitudes de los discípulos, que también pueden ser las nuestras: Jesús responde a la traición de Judas, a la negación de Pedro, la huida de los apóstoles con amor y con la entrega.

Si no queremos convertir la Eucaristía en un teatro o mero cumplimiento, cada vez que celebramos la Misa, tenemos que estar dispuestos a asumir y asimilar el proyecto de Jesús. Participar de la Eucaristía quiere decir que estamos decididos a imitar su vida y a compartirla poniéndonos al servicio de los demás, especialmente de los más necesitados.

Comer el Cuerpo de Cristo y beber su Sangre es invitación a entrar en comunión total con Él, haciéndonos uno con Él. Cuando el sacerdote dice: “Hagan esto en conmemoración mía” no invita a reproducir materialmente los gestos y palabras de Jesús, sino a identificarnos con las actitudes que le llevaron a entregar su vida por todos los hombres y mujeres. De no hacerlo así, la Eucaristía no será expresión de “alianza,” es decir, nuevo modo de entender nuestras relaciones con Dios.

Que la celebración Eucarística nos comprometa a estrechar más nuestra relación con Dios y con los hermanos y hermanas, tal como fue la vida de Jesús.

Nuestro Señor encontró una forma maravillosa de permanecer siempre a nuestro lado y acompañarnos en el camino de la vida. Él se hizo Carne y Sangre, en la Eucaristía. Encontremos también nosotros caminos para apoyarnos unos a otros en días oscuros y para alegrarnos juntos en días luminosos. “Que Dios vaya siempre y totalmente con nosotros y nos bendiga. Amen.”

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