6 de agosto: La Transfiguración de Jesús

Según los Evangelios, cuando Jesús está a punto de partir hacia Jerusalén para llevar a cabo su “éxodo” a través de su Pasión y muerte, la luz de su Resurrección se proyecta ya anticipadamente sobre Él en el misterio de su Transfiguración. Ocurre como una anticipación alentadora de su gloria, para fortalecerle en su camino hacia el sufrimiento. Poco antes de la Pasión, cuando la fe de los apóstoles estará seriamente probada, Jesús les muestra su verdadero rostro, transfigurado por la luz de Dios. Moisés y Elías, la Ley y los Profetas, también dan testimonio de Jesús.

Esta escena, conocida como “la Transfiguración de Jesús” (Mt 17,1-9) concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: “Éste es mi Hijo muy amado” … Él que tiene el rostro transfigurado, “escúchenlo.” No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchen a Jesús. Sólo a Él. Escúchenle y miren más allá de las apariencias. “Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor.” Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios. La actuación de Jesús es conmovedora: “Jesús se acercó a ellos” para que sientan su presencia amistosa. “Los tocó” para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: “Levántense y no teman.” Pónganse de pie y siéguenme. No tengan miedo a vivir escuchándome a mí.

Roguemos al Señor que nos ha hecho sus hijos e hijas en Jesucristo, su Hijo predilecto. “Señor Dios nuestro, en la Transfiguración de Jesús iluminaste los ojos de la fe de los apóstoles para que pudieran ver más allá de las apariencias, y reconocer a Jesús como tu Hijo amado. Fortalece también nuestra fe en la persona y mensaje de tu Hijo. Ayúdanos a reconocer algo de su rostro en nuestros hermanos y hermanas y a encontrarle siempre en los otros, para que caminemos con Él y participemos de su gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

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