31 de octubre-1 de noviembre: Preparándonos para Celebrar la Misa

La Iglesia celebra hoy el día de todos los santos, recordándonos a todos la vocación que recibimos en el bautismo: “todos estamos llamados a la santidad.” Hoy como Iglesia nos unimos a muchos hermanos nuestros que ya viven junto a Dios… que son “santos” porque han sido hombres y mujeres que vivieron, en la vida cotidiana, según el amor de Jesús, haciendo “carne” en su propia vida el misterio pascual de Jesús.

Lo común de todos ellos lo indica el Evangelio (Mateo 5,1-12): el camino de las Bienaventuranzas, que cada uno en sus circunstancias ha seguido. Podríamos tomarnos un tiempo cada día de la semana para ir desglosando una a una las Bienaventuranzas e ir descubriendo la fecundidad que se esconde en cada situación de la vida cotidiana.

Tal vez esta es una de las riquezas que la Iglesia ha descubierto en la llamada del Vaticano II y la insistencia de Papa Francisco en “Gaudete et Exsultate”: “Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las Bienaventuranzas. Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: ‘¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?’ la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el Sermón de las Bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.” (G.E. 63)

El modelo de las Bienaventuranzas -para los santos que hoy celebramos y para todos nosotros- es la actitud básica del cristiano: la apertura a Dios, la humildad, la disponibilidad, la pureza de corazón, la misericordia, los sentimientos de paz, el hambre de justicia, la entereza ante la persecución. ¡Cuántas ocasiones diarias para vivir las Bienaventuranzas!

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