29-30 de mayo: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

¿Qué decimos cuando hablamos del Misterio de la Santísima Trinidad? El primer sentido de “misterio” que nos viene a la cabeza es lo de algo incomprensible, ininteligible, jeroglífico, crucigrama sin solución, ¡tres en uno!… un rompecabezas. Pero claro, la Trinidad no quiere ser como un pasatiempo en ratos perdidos. Y sobre todo, no consta que Jesús, Mateo, Lucas o Pablo tuvieran afición a los acertijos. Ellos, al hablar de la Trinidad, estaban hablando de su experiencia vital.

También decimos que “la persona es un misterio.” Es decir, que tiene una profundidad que nunca captamos del todo, que no se puede tocar, ver, clasificar, definir, encerrar. Nos llega algo de ella por medio de su rostro y de su aspecto, pero eso sólo no es ella. Nos ayudará el contemplar sin prejuicios su comportamiento, sus actitudes, sus ideas. Y si amamos a esa persona, todavía captamos muchos más aspectos que se escapan a los demás: “quien más te quiere es quien mejor te conoce.” De lejos no conocemos realmente a nadie. Y nunca conocemos a nadie del todo.

Pues para poder decir algo sobre Dios y su “misterio,” es necesario tener una mínima experiencia personal de Él. Porque si no, de esta manera convertimos a Dios en ideas, especulaciones, discusiones, discursos, normas, y no en una persona (mejor dicho, tres personas).

Intuimos que en Dios hay tanta riqueza de vida, tanta creatividad y originalidad… que ni en toda la eternidad podremos abarcarlo del todo. Escribía el Papa Benedicto: “La doctrina de la Trinidad no pretende haber comprendido a Dios, es una expresión de los límites, gesto reprimido que indica algo más allá.”

Nosotros no sabemos explicar o definir lo que es el amor o la amistad. Pero sí sabemos decir cuándo sentimos y recibimos estos sentimientos, o lo que nos pasa cuando no están. Y eso es lo más importante. Nosotros no sabemos explicar lo que es el silencio, pero sí sabemos decir cómo nos sentimos cuando nos retiramos y nos escuchamos, y cómo nos va en la vida cuando nos falta. Y así tantas cosas importantes de nuestra vida: la alegría, la ternura, la comprensión, vivir con sentido, la belleza … y también Dios.

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