28 de agosto: El Día del Señor

Como sabemos de experiencia, cada domingo, las lecturas nos van marcando pautas para nuestra vida de cristianos, que generalmente están en contraposición con los valores que el mundo aprecia. Hoy nos llaman a la humildad, al desinterés, al servicio, y a acoger lo que la sociedad margina.

Jesús nos dice que ser humildes es ser realistas. Es saber que somos obra de Dios y le necesitamos. Él nos dice también que los que somos invitados a su mesa deberíamos poseer la virtud del “último puesto.” Ante Dios no valen pretensiones ni suficiencias, sino coherencia y humildad. La invitación nos llega no por merecimientos humanos, sino por gracia.

Oremos. “Bendito seas, Dios del amor gratuito y de la grata sorpresa, porque humillas al que se engríe enalteces al que se humilla. Con quien primero obraste así fue con Jesucristo, tu Hijo. Él consiguió la gloria más esplendorosa por la vía de la máxima humillación, porque Él comenzó por practicar lo que nos enseñó: quien quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos. Concédenos, Señor, seguir su ejemplo y su enseñanza para saber estar y vivir en relación contigo y con los hermanos y hermanas. Danos un corazón grande y humilde para acoger como pobres tu amor, tu gracia, tu misericordia, tu perdón, y tu Reino, y poder ser enriquecidos con la aportación de los demás. Amén.”

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