28-29 de agosto: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Vamos a estar reunidos alrededor del Altar del Señor para escuchar la Palabra de Dios y para sentarnos y comer a su Mesa. “Escuchar” quiere decir no simplemente oír lo que el Señor tiene que decirnos, sino permitir que su Palabra guíe nuestra vida. Pero incluso nuestra obediencia a la Palabra de Dios no debería de ser una conformidad mecánica.

Dios es un Dios que nos quiere; que quiere estar cerca de nosotros, su pueblo. Si respondemos a su amor, nuestra respuesta a Él, a su Palabra, a su gracia, y a sus mandamientos no puede ser otra cosa que una respuesta del corazón, una respuesta dada a Él por gente libre y responsable.

Después de leer el Evangelio de este domingo (Marcos 7, 1-23), debemos admitir que también tenemos nosotros muchas “tradiciones,” normas, ritos, obligaciones, costumbre, y mandatos… Parece que son necesarios por nuestra condición humana. Pero, no se puede identificar “lo que siempre ha sido así” con la voluntad de Dios. Las leyes humanas y eclesiásticas no son “sagradas,” y tienen que adaptarse continuamente, buscando siempre el bien y la dignidad del ser humano. Según al Concilio Vaticano II: “Las instituciones, las leyes, los modos de pensar y sentir heredados del pasado ya no siempre parecen adaptarse bien al actual estado de cosas.”

No se pueden confundir las “mediaciones” con lo esencial. A veces pierde uno la paciencia cuando algunos defienden y confunden como algo “fundamental e intocable, que siempre se ha hecho así” con la voluntad de Dios, o la fidelidad a la Iglesia y la fe: que si se comulga en la mano o en la boca, que si hay que arrodillarse o ponerse de pie, que si estas palabras las dice solo el cura o también las pueden decir los fieles…

La fe tiene que ser vivida en las circunstancias culturales de hoy, no de otra época. Y por eso, conviene hacer las adaptaciones que sean necesarias. “Las Tradiciones” y “la Memoria” merecen un gran respeto, claro, pero no pueden ser la razón para “momificar” nuestra fe, nuestro culto, y nuestras creencias.

Oremos. “Con espíritu de gratitud por todo lo que Dios nos ha dado, dirijamos nuestros corazones a buscar en los mandamientos no nuestra voluntad sino la voluntad de  Dios. La palabra de Jesús y la misma actitud de Jesús nos dicen siempre qué quiere decir “voluntad de Dios.” Que el Dios todopoderoso nos dé fuerza para cumplir su voluntad liberadora y nos bendiga abundantemente. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.”

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