27-28 de febrero: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Por unos domingos seguidos, hemos estado con Jesús al comienzo de su vida pública (en el desierto y en la sinagoga). Este domingo, la Iglesia nos ofrece a Jesús en medio de su ministerio. Él ve llegar momentos difíciles, se “huele” el fracaso y la muerte a la vuelta de la esquina. Más pronto que nada, su vida se verá envuelta en la obscuridad y será cortada. Y necesita encontrarse con el Padre, buscando un poco de luz y de fortaleza. La cercanía, la confianza, y el encuentro con el Padre son indispensables para superar los momentos difíciles, para no venirse abajo, ante la soledad de tomar decisiones difíciles y ante el desconcertante silencio de Dios.  Nos advertirá más adelante: “Oren para no caer en tentación.”

Por otro lado, los tres discípulos que le acompañan (Pedro, Santiago, y Juan) andan también “confundidos,” como Abraham (en la primera lectura), sobre “los caminos de Dios.” No aceptan un Mesías fracasado, sufriente, entregado, sacrificado, sin poder ni gloria. Y Jesús intentará ayudarles a discernir los caminos de Dios y su “voluntad.”

Es buena idea escuchar bien que el propio Dios, representado (como en el Éxodo) por la nube y una voz que pide: “escúchenlo.” Es el Padre que nos está diciendo que Jesús es el Nuevo Moisés, fundador de un nuevo pueblo, de una nueva alianza, de una nueva ley, y es nuestro nuevo guía hacia la plenitud. Jesús es el nuevo “profeta” que anuncia y abre el futuro de Dios, ya no harán falta más portavoces de Dios: Jesús es el único, es la Palabra de Dios, es la Presencia Real de Dios.

Recordemos que nuestra peregrinación Cuaresmal es una invitación urgente al encuentro con Dios, para que Él nos ayude a discernir sus caminos, y para ser fortalecidos ante la tentación y las pruebas que llegarán en algún momento. Es importante acompañar a Jesús cuando nos dice que tenemos que “bajar del monte” a la dura realidad de la vida.

Oremos. “Padre, que la luz de Cristo resplandezca sobre nosotros. Durante un breve tiempo, transfiguraste y glorificaste a tu Hijo en el monte para animarle a llevar a cabo su misión y para fortalecer a sus discípulos. Que la presencia de Jesús con nosotros y las palabras que Él nos dirige diariamente nos transformen y nos den luz y fuerza para tomar con responsabilidad nuestra misión en la vida. Que su gran amor y gracia nos ayuden a aliviar la carga de nuestros hermanos y hermanas, hasta que nos transformes a imagen y semejanza suya en la luz eterna de tu gloria. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor. Amen.”

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