La tercera encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, se publicó cuando el mundo entero sufría la pandemia del Covid-19, desconcertado, impotente, y despistado. También era una época (y lo sigue siendo) en la que el “hipernacionalismo,” el estrechamiento de fronteras, el rechazo a los migrantes, la polarización extrema en el discurso nacional, la persecución religiosa, y más estaban en auge. Espiritualmente, nos sentíamos “muertos.” La vida nos era succionada, literal y figuradamente.
¿Qué puede devolvernos la vida? Sólo un retorno a los caminos del amor – amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos – puede volver a “poner tendones, carne y piel en los huesos secos y darnos vida. Sólo el amor puede triunfar sobre el poder de la muerte. ¿Cuándo vamos a poner (de nuevo) a Dios en el centro de nuestra vida y practicar la fraternidad y la amistad social con todos? ¿Cuándo vamos a superar las fronteras y compartir los recursos, como nos aconseja la encíclica del Papa Francisco?
Oremos. “Padre, todo amor digno de este nombre comienza en ti, conduce a ti, y acaba en ti. Por el amor que nos has mostrado en tu Hijo Jesús, convócanos a todos juntos y que todo lo que hagamos se convierta en un regalo y ofrenda para ti y para los hermanos y hermanas, para que nuestro amor sea más fuerte que la muerte y así vivamos felices contigo para siempre, por los siglos de los siglos. Amén.”
