25 de enero: La Conversión de San Pablo

Celebrando la Fiesta de la Conversión de San Pablo, debemos admitir que su conversión debió suponer un tremendo cambio de mentalidad para el Santo, una verdadera conversión. No solamente se hacía proscrito, como judío, al hacerse cristiano, sino que se le consideraba como renegado, traidor, ya que San Pablo había sido rabbi, fariseo, rabioso perseguidor de cristianos. Y ahora ese mismo hombre sigue a Jesús. Cristo ha venido a ser su vida.

Como su “Señor Jesús,” San Pablo también se sienta a la mesa con pecadores, recaudadores de impuestos, y paganos. De ahora en adelante entregará su vida a Cristo y a la Iglesia, una comunidad (como él ha escrito) en la que no hay distinción entre griego y bárbaro, entre ciudadanos esclavos y libres, entre hombres y  mujeres, y especialmente entre judíos y no-judíos.

Según los Hechos de los Apóstoles (22, 3-16), después de la conversión de San Pablo, Ananías le dijo: “Tú serás el testigo del Justo, de Cristo, ante toda la humanidad, testificando de todo lo que has visto y oído”. Nosotros también tenemos que dar testimonio de aquel a quien hemos encontrado, Cristo.

Oremos. “Oh Dios, que ojalá todo el mundo se encontrara profunda e íntimamente con tu Hijo Jesús y que Él llegara a ser la luz y la vida de todos. Que viva Él ciertamente en nosotros, en nuestras alegrías y sufrimientos, en nuestras aspiraciones y esperanzas en nuestros amores y amistades. Que, por la intercesión de San Pablo, Él sea la inspiración y el sentido de todo lo que somos y hacemos. De este modo, ojalá atraigamos a nuestros hermanos y hermanas a Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

footer-logo
Translate »