25 de enero: Fiesta de la Conversión de San Pablo

Hoy celebramos la Fiesta de la Conversión de San Pablo. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles.

La fiesta tiene un título inadecuado: Ni en sus cartas ni en el libro de los Hechos se aplica Pablo a sí mismo el término “conversión” o se pone por sujeto del verbo “convertirse.” Si alguien le hubiese preguntado si él era un converso, seguramente lo habría negado con rotundidad: su vida estuvo siempre, antes y después de lo de Damasco, entregada con pasión a la causa de Dios, primero a la del Dios de la alianza con Abrahán, luego a la del Dios que resucitó a su Hijo Jesús, que es el mismo Dios. “En cuanto a la búsqueda de la justicia que viene por la Ley [en el judaísmo] era intachable” (Filipenses 3, 6), “lo tengo todo por basura en comparación con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por el cual he dejado todo.” (3,8) ¡Pablo fue siempre fiel!

Oremos. “Señor, Dios nuestro, tú que has instruido a todos los pueblos con la predicación de San Pablo, concede a cuantos celebramos su conversión caminar hacia ti, siguiendo su ejemplo, y ser ante el mundo testigos de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.”

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