25 de diciembre: ¡Feliz Navidad!

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande.” Con estas palabras, Isaías anuncia al pueblo un cambio radical de la lamentable situación en que se encuentra, de penuria, desgobierno, injusticia, y desesperanza.

La esperanza de remedio de la situación la pone el profeta en el próximo nacimiento del hijo del rey, que gobernará con sabiduría y con justicia, las cuales serán los pilares de una paz sin límites, que es compendio de la prosperidad. Pero los términos absolutos en que cifra la salvación desplazan el horizonte de su realización hasta la venida del Mesías, que será la alegría de todo el pueblo, como lo anuncian los ángeles a los pastores (Lucas 2, 1-14).

Seguramente nuestro mundo no está más en paz que el mundo en el que nació Jesús. Sigue habiendo guerras entre países, guerras internas, imposición por la fuerza, y privación forzosa de libertad. Pero, al menos, acordamos unos derechos humanos que atañen a todos los hombres; proclamamos el respeto a la diversidad; y aceptamos que las riquezas de la Tierra son de todos. Y todos estos esfuerzos y buenas intenciones, sin duda, guardan relación con la Navidad.

Sigue habiendo injusticias en nuestro mundo, falsedad, odio, y deseo de venganza; pero, sin hacer ruido, brota el respeto, la generosidad, y vidas que se distinguen por la defensa de la verdad, por el amor y la misericordia, y eso se lo debemos a quien bajó desde el cielo a la tierra, para cambiar el mundo, en la Navidad.

El motor del cambio no es el poder, sino el amor. Debemos amar al mundo como es, a todos los seres, como los ama Dios. Debemos reconocer nuestra bondad y nuestra limitación, admitir a todos sin exclusión, pues así nos hacemos mejores, como solemos portarnos en Navidad. Debemos construir un mundo mejor en que reine la justicia, la paz, y el amor. Para ello, contamos con la solidaridad de Dios-con-nosotros, con su poder invencible, con su amor inextinguible.

Es Navidad, pues nos ha nacido Dios. ¡Enhorabuena y Feliz Navidad!

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