25-26 de julio: “Todo Contribuya al Bien”

Dios nos llama, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos e hijas. El decimoséptimo domingo del ano, la Iglesia nos ofrece una lectura tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos (8,28-30): “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio. A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. A los que había destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó.”

Es fácil creer que Dios existe y que ha creado el mundo; es más difícil creer en su providencia (su cuidado por nosotros) y, no obstante, los signos aparentemente contradictorios con que nos encontramos cada día, concluir que Él, a pesar de todo, llevará a buen término su proyecto. Las palabras con que comienza la lectura de la Carta a los Romanos son una invitación a la esperanza: nada de lo que acontece escapa a la mirada amorosa de Dios, nada lo toma por sorpresa. Él hace que “todo contribuya al bien” y a la realización de la salvación.

En la segunda parte del pasaje vienen recordadas las etapas del camino que lleva a la salvación. Viene, en primer lugar, la predestinación eterna: Dios escoge a aquellos que están destinados a convertirse en hijos suyos; después está la llamada: a través de la predicación, a quienes han sido predestinados les viene anunciado el evangelio y la invitación a recibirlo. A la llamada sigue la justificación, es decir, la transformación interior que tiene lugar en el bautismo. Finalmente viene la glorificación, el momento en que se manifiesta la nueva condición de hijos e hijas de Dios.

De todo este proceso, la etapa que nos deja un poco desconcertados es la primera: la predestinación. ¿Significa, acaso, que Dios escoge a algunos y rechaza a otros? Absolutamente no; pues antes de ser llamados a la salvación, las personas, todas sin excepción, son amadas por el amor eterno de Dios. Naturalmente, solo una parte de ellas tendrá la fortuna de llegar a conocer el Evangelio y de recibir el Bautismo; pero Dios quiere que también todas las demás personas se salven (cf. 1 Tim 2,4).

Oremos. Padre Bueno, Tú sabes que nuestra plegaria es pobre y que nos cuesta expresar nuestros anhelos. Mira pues el deseo que tenemos de vivir como hijos tuyos y guíanos a nosotros y a todos nuestros hermanos y hermanas hacia tu Reino. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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