24 de mayo: La Humildad, la Entrega, y la Fidelidad

En capítulo 20 de los Hechos de los Apóstoles, San Pablo presiente que su muerte está cercana. Por eso, ante los lideres de Éfeso, realiza un balance de su vida apostólica. Esta emotiva “declaración de Mileto” sintetiza las tres actitudes fundamentales que lo han guiado en su anuncio del Evangelio. Son las propias de todo Evangelizador, de todo cristiano:

La humildad. A veces, el que anuncia corre el riesgo de remitir todo a sí mismo, de juzgar la respuesta de las personas según su particular criterio, de perder los papeles cuando las cosas no salen según sus planes. San Pablo, por el contrario, reconoce que ha servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas.

La entrega. No es lo mismo ser entusiasta un día que hacer de la propia vida una ofrenda permanente. El entusiasmo de un día puede provocar el aplauso y un reconocimiento efímero. La entrega de toda la vida tiene la eficacia del grano de trigo enterrado. San Pablo se ha deshecho por el Evangelio, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan y crean en Jesús.

La fidelidad. La Evangelización está llena de riesgos, de cansancios, y de búsqueda de compensaciones. ¿Qué buscamos cuando anunciamos a Jesús? Ojalá pudiéramos reconocernos en las palabras de San Pablo: Lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es gracia de Dios.

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