24-25 de julio: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Celebramos hoy el domingo décimo séptimo durante el año, y a partir de hoy iniciaremos la lectura de un capítulo muy importante del Evangelio de San Juan: el discurso sobre el Pan de Vida, en el que escucharemos una palabra que explica quién es Jesús, y qué es para nosotros; una clara exhortación a reconocerlo como camino de vida y alimento para todos nosotros.

El Señor nos manifiesta claramente la inmensidad de su amor que, mediante su providencia, atiende nuestras necesidades espirituales y materiales. Él mismo se multiplica como pan Eucarístico para alimentar a la multitud de creyentes de todos los tiempos. Y esta comunión con Él nos compromete a realizar cuanto podamos en favor de los demás, sabiendo que no lo podemos todo, pero en la certeza que Él realiza el milagro de multiplicar el fruto de nuestra entrega.

El Evangelista San Juan termina su relato de la multiplicación de los panes (6, 1-15) con un detalle al que apenas se suele dar importancia, pero que ofrece la clave para evitar una interpretación equivocada de la misión de Jesús. Las personas que han comido pan hasta saciarse, al descubrir que Jesús puede resolver sus necesidades sin esfuerzo alguno por su parte, van en su busca para que aquello no acabe. Quieren que Jesús sea el rey que siga solucionando sus problemas. Y es entonces precisamente cuando Jesús desaparece.

La misión de Cristo no es solucionar de manera inmediata los problemas de manutención, bienestar o progreso, que los hombres tienen que resolver utilizando su inteligencia y sus fuerzas. Lo que Jesús ofrece no son soluciones mágicas a los problemas, sino un sentido último y una esperanza que pueden orientar el esfuerzo y la vida entera del ser humano. Por eso, es una equivocación esperar de Cristo una solución más fácil a los problemas. Es una manera falsa de “hacerlo rey.” Es entonces precisamente cuando el verdadero Cristo desaparece de nuestra vida, pues siempre que tratamos de manipularlo para acceder a un nivel de vida más cómodo, estamos pervirtiendo la religión.

Oremos. “O Dios, tu Hijo Jesús era igual a ti, y sin embargo se hizo nuestro hermano y servidor. Te pedimos que su Espíritu esté vivo en nosotros, como lo estuvo en la Iglesia antigua. Prepáranos para sentirnos, como tu Hijo, vulnerables, de tal forma que podamos servirnos humildemente los unos a los otros, especialmente cuidando generosamente de nuestros hermanos más débiles. Que la gente experimente qué vigoroso has hecho nuestro amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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