Las Escrituras Pascuales nos ofrecen, este domingo, el Buen Pastor, quien nos ama hasta el punto de dar la vida por nosotros. Dios es amor, es el que ama y se entrega, y es el que hace posible el amor entre sus ovejas: la comunidad de la Iglesia.
Si Dios es Amor, no significa simplemente que Dios “a veces” ama, de vez en cuando. No significa que Dios ama a algunos (que se lo merecen y ganan), y a otros no tanto. Sino que Dios no puede dejar de amar, por muy malos que seamos. Si dejara de amarnos, ya no sería Dios. O si en ciertas circunstancias no amara, no podríamos decir que “es Amor.” El amor ama, aunque no reciba respuesta (los padres lo saben muy bien desde su propia experiencia).
Si Dios es Amor, no necesitamos cumplir ningún requisito para que Dios nos ame. De modo que, aunque seamos pecadores, Dios no se aleja de nosotros, ni se enfada. ¡Es que somos sus hijos e hijas! Por eso, amar es también tener esperanza, nunca dar algo por perdido. Todo esto lo sabemos con la cabeza, claro, pero nos cuesta acoger la bondad, el amor, la misericordia de Dios, y andamos pensando que necesitamos “merecer” su amor. Pero la lógica de Dios es que Él ama primero, sin límites, y gratuitamente.
El Amor de Dios se convierte en compañía cuando sufrimos, es fortaleza para que salgamos adelante. Por Amor se convierte en Pastor Bueno cuando necesitamos protección o guía porque atravesamos por cañadas obscuras. Y nosotros en su nombre, haremos lo mismo.
Oremos. “No te alejes de nosotros, Señor. Óyenos, Buen Pastor, escucha a tu rebaño aquí. Juntos queremos seguirte, donde tú quieras que nuestros pasos se dirijan. Nuestros corazones quieren pertenecerte, por siempre. Envíanos tus Ángeles y tus Santos, consuélanos con su presencia celestial. No permitas que bajemos nuestras defensas contra el maligno y sus tentaciones. Haznos fuertes, Señor, haznos fuertes en la entrega a ti. Haznos confiados corderos de tu rebaño, Señor, y danos el abrazo de tu voluntad. Que seas tú quien nos guíe con amor, y que sea tu Madre quien nos proteja. No te alejes de nosotros, Señor. Amén.”
