23 de marzo: La Cruz de Cristo

Es una verdad incontestable que solamente la fe salva. En la historia de los israelitas, ellos mostraron cuánto creían en esta verdad. Mientras iban caminando y vagando por el desierto, se rebelaron contra Dios. El mismo Dios los castigó enviándoles serpientes venenosas.  Finalmente se arrepintieron y pidieron a Dios que los liberara. Ellos manifestaron así su fe en el poder de Dios. En esta historia, el remedio se presenta en forma de una serpiente de bronce colocada en un estandarte, de tal manera que quien la miraba quedaba curado.

Hablamos fácilmente de que la Cuaresma es una peregrinación por el desierto – hasta a la Pascua. En el Evangelio de San Juan (8,21-30) los líderes de los judíos, los fariseos, tienen que aceptar a Cristo con fe, si quieren salvarse. Nosotros también tenemos que mirar la Cruz de Cristo con ojos de fe, para llegar a ser personas libres e hijos e hijas de Dios. Y nosotros, la Iglesia, tenemos que convertirnos en verdaderos signos de salvación alzados sobre las naciones.

***

Reflexión Cuaresmal: La rebeldía de Israel en el desierto es una constante que llega a sorprendernos. ¿Quería o no quería el pueblo ser liberado de la esclavitud? Es verdad que el camino que llevaba a la libertad implicaba riesgos y sinsabores, pero, ¿quién ha dicho que la liberación es un camino de rosas? Como el pueblo de Israel en el desierto, queremos la libertad y la salvación, pero no estamos dispuestos a pagar ningún precio por ella. La queremos ya y sin esfuerzo. Y por eso, como Israel, tenemos la tentación de corregir los planes de Dios, de dictarle cómo debe liberarnos, sanarnos, salvarnos. Pero apartarse de los designios de Dios tiene funestas consecuencias. No porque Dios nos castigue: a la luz de Cristo comprendemos que no es Dios el que envía castigos, sino que nosotros nos perjudicamos a nosotros mismos y nos encaminamos a la muerte cuando nos apartamos de Él, la fuente de la vida. Dios no es el autor de la muerte, sino que, al contrario, es Él el que nos salva de ella, y lo hace encontrando el remedio en la misma enfermedad. La serpiente de bronce es un símbolo profético de la Cruz (Juan 3, 14), por la que Dios nos salva de la muerte con la muerte de su Hijo.

¿Podemos aceptar que el dolor, el sufrimiento, y la muerte permanecerán siempre como escándalo y misterio, como algo difícil de soportar? Pero, ahí está Jesús, que aceptó la Cruz para salvarnos. Somos discípulos de quien murió en la Cruz. Por más duro y difícil que sea, aprendamos a llevar la Cruz cuando venga a nosotros en las mil circunstancias de la vida.

Oremos. Señor Dios, tú has llamado a tu Iglesia -es decir, a nosotros- para ser tu signo alzado a la vista de las naciones. Que nuestra fe viva en tu Hijo inspire a la gente a descubrirle y encontrarle, para que con Él hagamos siempre lo que te agrada y fielmente te sirvamos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”

footer-logo
Translate »