23 de abril: El Día del Señor

El tiempo Pascual nos recuerda (fuertemente) que el encuentro con Cristo Resucitado cambia la vida. El encuentro con Jesús Resucitado cambió la vida de aquellos dos discípulos de Emaús. (Lucas 24, 13-35) Se habían marchado de la comunidad. Caminaban tristes, con los ojos cerrados, y sin esperanza ni ilusión. Y ahora, después de reconocerle, por fin, en “la fracción del pan,” se les abrieron los ojos, su corazón se llenó de esperanza y corrieron llenos de alegría hacia la comunidad, a dar testimonio de su experiencia. Y se encontraron con una comunidad llena de la buena noticia: “Es verdad: ha Resucitado el Señor y se ha aparecido.”

La Resurrección es la razón de ser de nuestra fe y de nuestra esperanza, de la alegría y del compromiso de vida de todos los creyentes. Como nos ha dicho San Pedro: “Por Cristo, ustedes creen en Dios, que lo Resucitó y le dio gloria, y así han puesto en Dios su fe y su esperanza.”

Ya estamos entrando en la tercera semana de Pascua. Podemos preguntarnos, hermanos y hermanas, si se nota. Si nuestros familiares, vecinos, y compañeros de trabajo, notan que Cristo nos ha comunicado su vida, su energía, y su dinamismo Pascual. ¿Vivimos como personas que tienen esperanza o nos dejamos dominar por la pereza o el cansancio? ¿Nos parecemos a los discípulos de Emaús en su viaje de ida o en el de vuelta? ¿Estamos ya en Pascua o nos hemos instalado en una perpetua Cuaresma?

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