23-24 de octubre: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

Todo lo que los Evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas, y Juan) recogieron, elaboraron, y pusieron en escrito de la vida de Jesús no tiene como fin  “informarnos” de lo que pasó (como haría, por ejemplo, un periodista), sino ayudarnos a leer nuestra realidad de hoy para iluminarla. Los Evangelistas nos dicen que Jesús es alguien capaz de mirar, de oír, y de darse cuenta, aún en medio de todo el jaleo que le envuelve. Es una persona atenta y concentrada en lo importante: atento a las personas. No se deja arrastrar, es dueño de sí mismo. Eso es algo que podemos y debemos aprender y entrenar, está en nuestra mano conseguirlo.

¿Qué más nos dicen sus Evangelios? Jesús “llama,” se interesa, se acerca, y no se informa a distancia (esa “cercanía” a la que tanto nos llama hoy el Papa Francisco). Y además dialoga: “¿Qué quieres que haga por ti?” No da por supuestas las cosas, no “adivina” lo que le pasa. Prefiere que aquel hombre (Bartimeo, del Evangelio de hoy) ponga nombre a sus sufrimientos, a sus deseos, y a su inquietud. Le ayuda a expresarse. Es una condición esencial para salir de su situación. No todos saben o quieren hacerlo. Jesús le hace una pregunta oportuna para que cuente, para que reconozca su dolor, su deseo, y su esperanza: “¿Qué quieres que haga por ti?” Es una pregunta muy misionera: preguntar… y escuchar la respuesta como interpelación personal. No le ha pedido de entrada un milagro, ni nada material: sólo “ten compasión de mí.” Luego, ya en la conversación que entablan ambos, le  pide lo más necesario: recobrar la vista.

Cuando Jesús le hace llamar, da un “salto,” a la vez que se “desprende” de su manto (sus seguridades, lo que parece protegerle). Son signos de “confianza,” ¿no? Bartimeo se ha abierto a Jesús, se ha sentido “atendido,” “importante,” y acogido. San Marcos no cuenta que Jesús “haga” nada por el ciego. Sólo unas palabras (es la fuerza que tiene la Palabra de Dios escuchada con fe): “Anda.” Curiosamente también, la invitación no es a “ver” o “mirar,” sino a moverse, a dejar de estar sentado, que se traduce en un “seguirle por el camino.”

La Palabra de Jesús ha servido para que el ciego “vea” que tiene que “seguir a Jesús,” y ha descubierto también que en Jesús hay fuerza y fe, lo que necesita Bartimeo para dejar el manto y el borde del camino. Jesús no le ha dado “las cosas hechas,” le ha “empujado” a caminar por sí mismo – y a ser discípulo.

Oremos. “Señor Jesús, concédenos la gracia de abrir nuestros ojos, nuestras manos, y nuestro corazón, y así podremos mirar a este mundo y a los hermanos y las hermanas con los mismos ojos afables que tú, que eres nuestro Señor, por los siglos de los siglos. Amén.”

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