22 de junio: San Juan Fisher y Santo Tomás Moro (Mártires)

En 1504, San Juan Fisher fue elegido obispo de Rochester (Inglaterra), cuando sólo tenía 35 años. Y él, como hacía con todos los cargos que le confiaban, se dedicó a este oficio con todas las fuerzas de su recia personalidad. Con un entusiasmo no muy frecuente en su época, se dedicó a visitar todas y cada una de las parroquias para observar si cada uno estaba cumpliendo con su deber, y animar a los no muy entusiastas. A los sacerdotes les insistía en la grave responsabilidad de cumplir muy exactamente sus deberes pastorales y sacerdotales. Iba personalmente a visitar a los más pobres.

Cuando el rey Enrique VIII dispuso divorciarse de su legítima esposa y casarse con su concubina Ana Bolena, el obispo Juan Fisher fue el primero en oponerse. Y aunque muchos altos personajes, por conservar la amistad del rey, declararon que ese divorcio sí se podía hacer, en cambio Juan, aún con peligro de perder sus cargos y ser condenado a muerte, declaró públicamente que el matrimonio católico es indisoluble.

El rey se declaró jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra en reemplazo del Sumo Pontífice, y todos los que deseaban conservar sus altos puestos en el gobierno y en la Iglesia, lo apoyaron. Pero Juan Fisher declaró que esto era absolutamente equivocado y en pleno Parlamento exclamó: “Querer reemplazar al Papa de Roma por el rey de Inglaterra, como jefe de nuestra religión es como gritarle un ‘muera’ a la Iglesia Católica.” El rey mandaba matarlo por no aceptar el divorcio y por no aceptar que el rey reemplazara al Papa en el gobierno de la Iglesia Católica. Al llegar al sitio donde le van a cortar la cabeza, el venerable anciano se dirige a la multitud y les dice a todos que muere por defender a la Santa Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Recita el “Te deum” en acción de gracias y muere.

Santo Tomás Moro (esposo, padre, abogado, y pionero en la promoción de los laicos), se enfrenta a los problemas de su tiempo con criterios cristianos. Demuestra con su ejemplo el valor de “la obra bien hecha.” Crece su prestigio como abogado, y en la Corte le piden su colaboración, y luego es elegido Canciller del Reino. Sin embargo, cuando el Rey Enrique VIII consigue la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón por presiones y sobornos, el santo renuncia a su cargo, intuyendo que eso le costará muy caro. Pero nunca quiere ser infiel a su conciencia. Poco después, Tomás Moro es juzgado y encerrado en la Torre de Londres; muchos le piden que firme, que ceda, aunque sea disimulando, pero su conciencia no se lo permite, “prefiere ser discípulo del Señor antes que del Rey.” El 16 de julio de 1535 fue decapitado.

Oremos. “Señor, tú que has querido que el martirio sea el supremo testimonio de la fe, concédenos, por la intercesión de tus santos Juan Fisher y Tomás Moro, confirmar con una vida santa la fe que profesamos con los labios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.”

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