22 de agosto: Viviendo la Eucaristía

Terminamos hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de S. Juan (60-69) y lo terminamos presenciando las distintas reacciones de los discípulos de Jesús ante el discurso del Pan de Vida. Muchos de los discípulos, nos dice el Evangelista, abandonan a Jesús. El motivo del rechazo y alejamiento es porque Jesús ha declarado que Él es el pan vivo bajado del cielo, porque dice que es el Hijo de Dios, porque dice que quien come y bebe su sangre tiene la vida eterna, siendo un paisano a quien todos conocían, así como a sus familiares. Nunca habían oído cosa semejante. Estas palabras no se correspondían con lo que pensaban sobre el Mesías que había de venir, y se escandalizan. Ellos esperaban no solo un Mesías con un trono real, que liberara al pueblo judío del yugo romano, sino que los diera pan en abundancia y otras muchas prebendas materiales. El problema no es que ellos no entendieran el significado de las palabras, el problema estaba en que Jesús dejó clara la necesidad de su muerte con las consecuencias que suponía para sus seguidores, y esta enseñanza no era aceptable, porque el reino que Jesús predicaba no coincidía con el que ellos esperaban y deseaban.

Ciertamente la doctrina de Jesús es dura y más difícil de aceptar y comprender. Era dura la doctrina para los discípulos de entonces y los de hoy, si somos conscientes de lo que decimos y creemos. Ser católico hoy quiere decir que tenemos que vivir la fe a la intemperie, a contracorriente, proclamando unos valores que el mundo entiende como contravalores, y podemos abrigar la tentación de pensar: esto es muy duro, ¿quién puede cargar con esto … mejor marcharse? La decisión de quedarse o marcharse dependerá de que hayamos experimentado fuertemente su Pan de Vida y sus palabras de vida eterna. Y como los primeros discípulos, no es que no entendamos, es que la palabra de Cristo pone en crisis nuestra mentalidad y valores.

La Misa de hoy nos invitó a pensar, a buscar, a hacernos creyentes adultos para evitar entretenernos con otros dioses que lo único que hacen es engañarnos. Seguir a Cristo es la consecuencia de una opción que nosotros hemos hecho desde nuestra libertad y hemos tenido que sopesar los pros y los contras de nuestro ser y vivir como católicos verdaderos. Permanecer en la fidelidad al Señor es demasiado duro y muchos ‘tiran la toalla.’ ¿Cómo vamos a responder nosotros durante la semana que viene? Que nuestro Dios nos dé gracia y fuerza para cumplir su voluntad liberadora, para ser fieles y leales a su Hijo Jesús, y nos bendiga abundantemente. Amen.

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