22-23 de abril: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

El Evangelio del domingo (Lucas 24, 13-35) nos narra la conocida escena de los discípulos de Emaús. Estos dos, al igual que sus compañeros, habían depositados sus esperanzas en Jesús, pero su muerte ha caído sobre ellos como una losa. Su vida, sin Jesús, aparentemente ya no tiene sentido. El desaliento y la decepción los impide recordar que Jesús les había anunciado, que resucitaría al tercer día después de muerto. La tristeza es la primera derrota y huyen debatiendo por el camino les acontecimientos que los perturba.

Jesús se les aparece y camina con ellos preguntándoles y escuchándoles para luego confrontarles con las Escrituras a través de una explicación. Los ojos de los discípulos están velados para reconocer al Resucitado. La contestación que dan a Jesús expresa la zozobra en la que se debatían: “Nosotros esperábamos.” Jesús comienza a explicarles su Pasión empezando por Moisés y siguiendo por los profetas. Al llegar a la aldea, los discípulos le insisten que se quede con ellos. Puestos a cenar, Jesús tomó el pan y lo bendijo; se les abrieron los ojos a estos dos y le reconocieron, pero Jesús desapareció de su vista y corrieron a Jerusalén a contar a sus compañeros la experiencia con el Resucitado.

La vida católica no es auténtica si falta la “presencia” del Resucitado que transforma nuestras vidas. En la Eucaristía es donde mejor se expresa lo que quiere comunicarnos el Evangelio. Todas las semanas acudimos a la Misa para confrontar nuestra vida con la palabra de Dios y para alimentarnos con el pan Eucarístico, que Jesús bendice y nos reparte, y salimos para testimoniar lo que hemos vivido en la presencia del Resucitado.

Oremos. “Oh Dios, que el alimento de la Palabra de tu Hijo y de su Cuerpo nos guarde unidos en una sola fe, un solo amor, y una preocupación común por todo lo recto y bueno. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”

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