20 de noviembre: El Proyecto Que Va Mucho Más Allá de la Política

Ahora en nuestro país, podemos ver unas cosas obvias: la polarización, la falta de caridad y de cortesía con respecto al modo con que abordamos nuestras diferencias; vemos las dificultades que nuestros líderes políticos parecen tener a la hora de trabajar juntos y de buscar llegar a acuerdos para el bien común. Pero las preguntas más profundas sobre nuestra sociedad se originan dentro del corazón humano: ¿Quiénes somos y por qué lo somos? ¿Cómo podemos saber qué es la justicia, en qué consiste una vida buena, y cuál es la mejor manera de vivir y de trabajar?

Nuestra sociedad actual nos dice que los humanos somos “individuos escabrosos,” que no requerimos de relaciones indispensables con los demás; que nuestra única obligación es buscar satisfacer nuestros propios deseos. Pero, ¿es verdad?

Nuestra cultura con frecuencia promueve esa idea de que la gente debe ser totalmente libre para definir su propia felicidad y que nada debe interponerse a la manera como quieran vivir. Seguir este camino no hace feliz a la gente. La verdad es que nosotros no nos creamos a nosotros mismos. Ser humano es ser una “criatura,” un ser creado. Nosotros nacemos en familias y en comunidades, tenemos parientes e historias. No somos individuos aislados. Tenemos una necesidad básica de ser amados y cuidados. Y tenemos también una necesidad básica de amar y de cuidar de los demás. Fuimos hechos para pertenecer y para entrar en relación, tanto con la demás gente, como con el mundo en el que vivimos y con nuestro Creador.

Estados Unidos se construyó sobre la base de estas verdades religiosas básicas acerca de la persona humana. Nuestros fundadores insistieron en que la democracia no puede mantenerse sin la religión, y tampoco sin las virtudes y los valores que la religión aporta, especialmente las virtudes de la disciplina personal y de los valores familiares y comunitarios. Y debemos recordar que los compromisos fundamentales de este país con la igualdad y los derechos humanos no tienen otro cimiento que el de esta fe en un Creador que otorga derechos inalienables a hombres y mujeres.

Como católicos, estamos aquí para servir a Dios y para dar testimonio de la resurrección de Jesucristo y de la venida de su Reino. Eso lo hacemos, ante todo, viviendo fielmente como Jesús nos enseñó a hacerlo, incluso cuando sus mandamientos y prioridades para nuestra vida no sean populares o encuentren oposición por parte de nuestra cultura y de nuestra sociedad. Lo más importante que podemos hacer ahora como católicos de Estados Unidos es fortalecer y compartir nuestra fe, con alegría y confianza. Lo más importante de todo es que tenemos que actuar de manera deliberada y vigilante para transmitir esta historia y nuestra forma de vida católica, a nuestros vecinos, familiares, amigos, y a las generaciones más jóvenes.

Como católicos, tenemos que dar testimonio del verdadero significado de la vida humana. Esto lo hacemos poniéndonos al servicio de nuestro prójimo, con sacrificio y amor, cuidando de los ancianos y de los vulnerables, ayudando a los padres y las madres y a sus hijos, apoyando a las parejas casadas y a las familias para que crezcan y prosperen. Este proyecto va mucho más allá de la política. Pero, para eso estamos aquí. Y si vivimos nuestra fe con un corazón generoso y agradecidos, podemos renovar el alma de nuestra nación.

Encomendemos, de nuevo, a esta gran nación a María, nuestra Santísima Madre. Amén.

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