20 de julio: El Reino de Dios

¿Qué significa “el Reino de Dios?” El Reino rompe con todo lo que estamos acostumbrados. El Reino rompe con la forma como se ha estructurado la sociedad humana desde el principio de nuestra historia.

La persona humana, desde siempre, nace y se desarrolla en el marco de una serie de relaciones: las relaciones de familia, las de amistad, las culturales, las de pertenecer a la misma nación, y las de hablar la misma lengua. Todas esas relaciones son las que conforman la red humana a que pertenecemos, la red que nos permite sentirnos seguros. Sin esa red nos sentimos perdidos. 

Pero esa red de relaciones tiene, al lado de muchos aspectos positivos, otros negativos. El más señalado entre ellos es que marca fronteras y diferencias. Es decir, lo mismo que nos pone en relación con los cercanos (familia, amigos, gente de nuestro pueblo, lengua, religión o cultura) señala también fronteras más allá de las cuales perdemos ese sentimiento de seguridad. El encuentro con el otro, el diferente, nos asusta, nos aterroriza. Y ahí surge el desentendimiento, la confusión, y a veces la violencia. Así lo que por una parte nos protege también puede ser causa de nuestra perdición. 

Jesús nos invita a dar un paso adelante. La verdadera relación, lo que efectivamente nos une, no es la sangre, ni la cultura, ni la religión, ni el pasaporte. Lo que nos une de verdad es el hecho de ser hijos e hijas del mismo Padre y cumplir su voluntad. Ese hecho crea una relación que es más fuerte que todas las demás relaciones que hayamos podido crear con nuestra iniciativa e inteligencia. Jesús nos invita a romper las fronteras, a saltar los muros, y a reconocer la auténtica fraternidad.

¿Hasta qué punto somos de verdad, hermanos y hermanas de Cristo y en Cristo?  Rezamos con mucha frecuencia el Padre Nuestro y le pedimos al Padre que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Eso es por lo que rezamos,  por tanto a eso es a lo que nos comprometemos.

Oremos. “Padre de todos, tú nos conoces y nos amas. Pase lo que nos pase, estamos en tus manos. A dondequiera que nos lleves, tú sabes a dónde quieres que lleguemos. Te pedimos fe y confianza. Haz que tu voluntad sea nuestra voluntad, para que nos conduzcas a tu casa bajo la guía de Aquél que cumplió siempre tu voluntad en todo lo que hizo, Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.”

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