19-20 febrero: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

En el Salmo responsorial de la Misa del domingo encontramos que el autor tenía una vivísima conciencia de la Misericordia Divina cuando afirma gozoso: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas… como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que le temen.” (Salmo 103, 8-13). Ya que Dios nos trata así, amándonos y perdonándonos hasta el extremo, nosotros también hemos de comportarnos de igual manera con los demás.    

Según Lucas 6: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.”

Es probable que nunca nos veamos en situaciones de tener que llegar esa reacción heroica para ser testigos de verdad de nuestra fe cristiana, pero lo que sí nos vamos a encontrar con más frecuencia será una ofensa no tan grave, aunque sí lo suficiente como para tener que optar por esta doble opción: o bien adoptar una postura de venganza más o menos declarada, o bien perdonar, encajando con humildad lo que objetivamente haya habido de ofensa. La enseñanza de Jesús, que murió en la Cruz perdonando a sus enemigos, tiene que llevarnos a interpelarnos y servirnos de ejemplo, por más que la ofensa fue infinitamente más grave que la que nos han hecho a nosotros. Dice San Agustín: “Limpia tu corazón. Hazlo una casa para el Señor. Déjale morar en ti, y tú habitarás en Él.”

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