18 de febrero: La Fidelidad

La Cuaresma que acabamos de inaugurar nos propone, a través de la oración y la revisión sincera y pacífica de nuestra vida, una renovación de nuestra fidelidad a los pasos de Jesús.

Estamos inmersos en la cultura de la huida: huimos de los problemas para no enfrentarlos, huimos de nuestras obligaciones para exigir solamente derechos, huimos del pobre y necesitado para permanecer acomodados en nuestras riquezas, huimos de la familia para irnos con los “amigos,” huimos de los verdaderos amigos para hacernos esclavos de los vicios, huimos de la verdad para sumergirnos en la mentira, huimos de nuestro propio “yo” para buscar las reverencias y alabanzas de los otros…Y así vamos en la vida: de ola en ola, de tumbo en tumbo, de vacío en vacío; y nada nos llena, nada nos satisface, nada nos convence; y todo nos estorba y aburre, todo nos cansa, y todo nos hace falta. Pero todas estas huidas se resumen en una sola: huimos de Cristo.

Los Cuarenta Días de la Cuaresma nos invitan a recordar que nos hemos olvidado de que Jesucristo es Dios, el verdadero y único Dios que existe y de que, como Dios, tiene derecho a ser amado y adorado y que por lo tanto nosotros tenemos la obligación de amarle y adorarle. Esta obligación de amarle y adorarle significa serle fiel, cuidarle, defenderle, e incluso identificarse con Él.

La fidelidad no nos resulta fácil, a no ser que estemos intensamente entregados a una persona a la que amamos de verdad. Si somos leales, compartimos las alegrías y dificultades de la otra persona, y nunca perdemos nuestra serenidad interior o felicidad básica. Esto es también verdad en nuestra relación con Dios, que la vivimos de la manera más intensa si estamos fuertemente dedicados a Cristo. Le seguimos en su Pasión para resucitar con Él en la alegría de una vida nueva. Porque, si estamos con Él, hasta incluso la muerte nos trae vida y felicidad.

Oremos. Dios nuestro, tú nos amas y nos invitas a participar de tu propia vida y alegría, por medio de una decisión profundamente personal. Ayúdanos a elegirte a ti y a la vida y a permanecer siempre fieles y leales a esta opción fundamental, por el poder de Jesucristo, tu Hijo, que es leal a ti y a nosotros, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

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