17-18 de abril: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

“Jesús les dijo, ¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen estas dudas en su corazón?” (Lucas 24)

Ante estas preguntas de Jesús, muchos hombres y mujeres de hoy desplegarían una larga lista de motivos para dudar, para no terminar de creer. La situación sanitaria que estamos pasando ha servido para que algunos profundicen, retomen, fortalezcan, y renueven su fe. Pero también se han multiplicado los hermanos que se han ido llenando de dudas, o dicen estar perdiendo la fe, como consecuencia de su desconcierto ante lo que ellos piensan que es “la falta de respuesta de Dios,” o por haberse alejado temporalmente de la práctica religiosa… y no saber cómo recuperarla, e incluso… si realmente la necesitan para algo.

La incredulidad, la desconfianza, y las dudas de aquel que se les aparecía, son rasgos del camino lento y fatigoso que irían conduciendo a los Apóstoles hacia la fe. La realidad de la Resurrección les parecía demasiado bella como para ser verdad. A veces los Apóstoles tuvieron la impresión de tener delante a un fantasma; otras veces, “no reconocieron” en el Resucitado al Maestro al que habían seguido por los caminos de Galilea. O aquellos dos de Emaús, que no se dieron cuenta de quién era aquel peregrino hasta la Fracción del Pan. Incluso después de su última manifestación antes de la Ascensión –nos cuenta el evangelista San Mateo– “algunos dudaron” (28, 17).

Sus dudas, persistentes incluso después de tantas señales dadas por el Señor, prueban, ante todo, que los Apóstoles no eran unos ingenuos. Y, además, muestran que la fe no es un rendirse sin más ante la evidencia, ya que el Señor no quiere “imponerse,” sino que es la respuesta libre a una llamada.

Por eso, lo primero podemos afirmar es que la fe no es nunca una certeza absoluta. Que lo normal es tener dudas.  Nadie, que de verdad se haya arriesgado a creer, puede decir que alguna vez no lo han sorprendido las dudas frente a las verdades que confiesa y que han formado parte de su vida. Según vamos avanzando en la vida y vamos acumulando experiencias, aparecen unas dudas y otras.

Oremos. “Te pedimos, Señor, que entre nosotros haya más fe, más confianza en el futuro, porque estamos seguros de que Cristo vive y está presente entre nosotros. Te pedimos, también, una actitud más positiva hacia toda clase de vida en la tierra, y mayor comprensión y solidaridad entre los pueblos: porque estamos seguros de que tú llamas a todos a la paz y a la amistad. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.”

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